A poco de comenzar la cosecha del arándano, en la Dirección Provincial del Trabajo, seccional Concordia, Entre Ríos, se registra semanalmente un promedio de 50 actas, en las que padres autorizan que sus hijos, de entre 14 a 17 años, trabajen en la zafra.
Se trata de chicos que están escolarizados y que durante tres o cuatro meses abandonan las aulas para trabajar en la cosecha del arándano. Este año, el promedio de chicos menores de edad que, con la firma de sus padres, podrán trabajar en la zafra es alarmante. Por día, se labran de 7 a 8 solicitudes.
“Si bien la ley autoriza a los chicos menores de 14 años a trabajar, con el debido consentimiento de sus padres, la cantidad que se han anotado este año es preocupante”, reconoció el delegado de Trabajo local, José Giles.
La preocupación del funcionario, es que durante los tres o cuatro meses que dure la cosecha, los chicos deberán ausentarse de las aulas. Muchos de ellos, presentan en las escuelas los certificados laborales, con lo cual se les concede la posibilidad de recuperar los días que no asistieron. Pero otros, la gran mayoría, en septiembre (fecha en que comienza la zafra) abandonan el ciclo lectivo. Las ausencias en las escuelas son notorias, durante los meses de septiembre a diciembre.
Perjudica la escolaridadQuienes se ocupan de la problemática de niños, niñas y adolescentes en situación de calle, coinciden en que el trabajo infantil perjudica la escolaridad porque impide que los chicos continúen sus estudios, después de concluir la educación básica. "La escolarización es un grave problema, en primer lugar porque el niño que trabaja tiene menos rendimiento en la clase y con el tiempo piensa que no le da la cabeza para estudiar y abandona", observó explicó Norma Velazco, quien se desempeña en la Secretaría de Promoción de Derechos de Salta. Por otra parte, la problemática supera las posibilidades que puede brindar la escuela y los docentes, quienes enfrentan todos los días "un modo de socialización violenta".
Marta Alicia Páez, maestra del sexto grado en la Escuela José Luis Valle, de barrio Libertad, opina que muchos de sus alumnos se sienten "fuera de la sociedad y discriminados", por lo que "están siempre a la defensiva". "Tratamos de que incorporen reglas y normas, porque los padres no los controlan. Cuando uno les pone límites, se sienten contenidos, sienten que son importantes para alguien y responden positivamente". "Yo podría asegurar que cualquier joven al que se le dé una oportunidad, puede cambiar", aseguró. Además sostuvo que en las escuelas faltan psicopedagogos, psicólogos, fonoaudiólogos y asistentes sociales.
Fuentes: El Diario/ El Tribuno